LA ADMINISTRACIÓN DEL DESCONTENTO SOCIAL BONAERENSE: ¿por qué las elecciones legislativas son una bomba de tiempo para los intendentes?


Aunque parezcan de menor importancia, las elecciones legislativas de medio término son un termómetro social del descontento social y una ficha clave en el tablero del poder municipal. Su resultado puede predecir el color político que gobernará el distrito dos años después. La razón es simple: definen la composición de los concejos de deliberantes. Para un intendente con varios años de gestión y un malestar social acumulado, estos comicios no son una elección más: funcionan como una tormenta perfecta a través de la cual, el voto castigo puede erosionar su base de apoyo electoral y poner en jaque su liderazgo político territorial.
LOS INTENDENTES VUELAN SOLOS
Frente a la estrategia nacional de La Libertad Avanza y el Frente Fuerza Patria –que apuntan a movilizar el ‘voto útil’, para canalizarlo y de ese modo buscar un gran caudal de votantes motivando a cada ciudadano bonaerense para que vaya a votar, a pesar de que aparentemente estas elecciones legislativas parecen no tener importancia real en la distribución del poder hacia el interior de la provincia. Sin embargo, existen intereses político-territoriales contrapuestos que levantan una realidad territorial diferente a la Nacional: los intereses de los municipios no siempre coinciden con los de sus propias cúpulas partidarias nacionales.
Este divorcio es tan previsible que, la noche del 7 de septiembre, con los resultados en la mano, no sería raro escuchar a referentes nacionales del peronismo acusar de ‘traidores’ a sus propios intendentes. Este es un juego que para el kirchnerismo nacional es conocido ya que lo ha padecido y, también, lo ha usado sin dudar cuando el fin justificó los medios, puesto que el kirchnerismo es un ávido tiburón blanco en este tipo de maniobras del uso del aparato político en el ámbito municipal incluso sin controlarlo por completo.
¿Qué es lo que permite a los intendentes bonaerenses levantar el vuelo y, tantas veces, volar en solitario? La respuesta radica en una máxima de la teoría política: la conservación del poder.
Para un jefe comunal, una elección de medio término es un termómetro de su gestión y un campo de batalla por el control del concejo de deliberante. El escenario se complejiza para un intendente veterano, con más de ocho años a cuestas y el desgaste acumulado. Su obsesión ya no es solo ganar, sino contener y mantenerse. El objetivo es evitar que una fuerza opositora local le arrebate concejales propios o, incluso, que le gane espacios a sus aliados, debilitando el frágil equilibrio de poder.
La estrategia es inversa para un intendente nuevo. Para él, las intermedias son una oportunidad para ampliar su base de apoyo electoral para consolidarse. En cambio, para un viejo zorro municipal, es una lucha por la supervivencia. Una derrota contundente puede llevar a que la oposición desgaste su autoridad política al punto de dejar herido de muerte su liderazgo y preparar el terreno para una derrota en la siguiente elección ejecutiva.
Esta lógica explica la paradoja sobre la cual estará definida esta primera elección desdoblada de la Provincia de Buenos Aires: muchas intendencias preferirán una baja participación. Cuantos menos vecinos descontentos voten, menor será el riesgo para el poder establecido. El mensaje no se gritará públicamente, claro está. El juego de los lobos bonaerenses es silencioso. Para estos jefes comunales, el voto bronca es su principal amenaza. Así, su objetivo no es ganar, sino sobrevivir. ¿La receta? Desmovilizar sutilmente al electorado general y concentrarse en activar la maquinaria política interna, suficiente para obtener un resultado módico que no socave su poder en los Concejos de Deliberantes.
El escenario ideal para un intendente acorralado es, una elección con baja participación ciudadana. Puesto que la retórica de Javier Milei prendió fuego el descontento latente en los vecinos, visible en el reclamo diario por servicios públicos y la revelación del ciudadano bonaerense contra sus autoridades, paradójicamente la eficaz retórica presidencial se construye sobre una contradicción a las ideas que se pregonan a nivel Nacional como por ejemplo el gasto por parte del Estado en obra pública.